Diálogos de arte
14 sept. 2017
agenda
I: Piet Mondrian, “Tableau II”, 1921, óleo sobre lienzo | D: Diseño de Yves Saint Laurent, 1965.
El arte se convierte a veces en un campo sin vallas repleto de caminos, en un mecanismo de vasos comunicantes donde la inspiración fluye de manera multidireccional. El homenaje, la emulación, el tributo, la reinterpretación se mueven en ese incierto espacio entre disciplinas artísticas para dar lugar a piezas nuevas en las que se materializa el respeto y la admiración por lo que otros maestros habían realizado previamente.
1: Escuela pública “La Canal”, Luanco (Asturias) | 2: Mondrian Maison Hotel (Francia) | 3: Fachada del ayuntamiento de La Haya | 4: Bloque de edificios en Rouen (Francia)
La fama de Mondrian pronto trascendió los límites de las artes plásticas. Sus diseños simples y lineales, a los que el artista solo llegó tras años de trabajo en los que progresivamente fue desarrollando un estilo más evolucionado tendente a la simplicidad, marcaron un antes y un después dentro del arte moderno. Hoy, su impronta sigue siendo notable, y su sencillez estética, así como la elegante elección de colores, hacen de su obra un legado atemporal que inspira nuevos diseños. Dos de las principales disciplinas que se basaron en Mondrian para recrear sus pinturas han sido la arquitectura y el diseño de moda.
I: Diseño de Jil Sander, 2012. D: Pablo Picasso, “Chouette Femme”, 1950, cerámica vallauris.
Precisamente la moda se ha servido en numerosas ocasiones de las artes visuales para ofrecer una relectura de las obras plasmada en tela. Si bien en la mayoría de los casos son las obras pictóricas las que se toman como referencia para los diseños (como en caso de Mondrian que os señalamos antes), os traemos el ejemplo de la pieza cerámica “Chouette Femme” de Picasso. La diseñadora alemana Jil Sander tomó como base esta obra para esta propuesta que presentó en pasarela en 2012.
I: Johannes Vermeer, “La joven de la perla”, 1665, óleo sobre lienzo | D: Fotograma de la película “La joven de la perla”, 2003.
“La joven de la perla”, del holandés Johannes Vermeer, también conocida como “Muchacha con turbante”, es una pieza célebre pintada entre 1665 y 1667 que hoy se conserva en el museo Mauritshuis de La Haya. Los estudiosos consideran que esta obra es una “tronie”, pinturas muy típicas en la época que se elaboraban fundamentalmente con una finalidad decorativa sin intención de que la persona retratada resultase identificada. Esto no fue obstáculo para que, inspirada en esta pieza, la novelista norteamericana Tracy Chevalier escribiera “La joven de la perla” en 1999, donde se construye un relato sobre la relación del pintor con una chica de servicio, Griet, que sería su modelo en este retrato. Años más tarde, la novela saltó a la gran pantalla con una película homónima protagonizada por Scarlett Johansson y Colin Firth. Como curiosidad os comentamos que Vermeer sentía verdadera predilección por el motivo de los pendientes de perla, y podemos verlos como diminutos puntos de brillo en otros retratos femeninos del artista como en “Mujer joven con sombrero rojo” o “Dama en amarillo escribiendo”.
I: Otto Dix, “Retrato de Sylvia von Harden”, 1926, óleo sobre lienzo | D: escena de la película “Cabaret”, 1972.
El cine tampoco escapa a la influencia de las artes plásticas. En este caso hablamos de la película “Cabaret” (1972), que se inspira en el óleo de Otto Dix “Retrato de Sylvia von Harden”, de 1926, para una de sus secuencias. El cuidado puesto en este largometraje y las numerosas referencias artísticas que contiene, además de haberse convertido ella misma en una película icónica, explican que haya sido merecedora del óscar a la mejor fotografía, bajo la dirección de Geoffrey Unsworth. La elección de este referente pictórico no es en absoluto banal. Otto Dix es uno de los máximos representantes de la corriente Nueva Objetividad alemana, y esta obra condensa algunos de los principios estéticos de la época, especialmente en lo que se refiere a la consideración de la mujer frente a la imposición de los estereotipos de belleza, en un momento, los años 20, en que imperaba la liberalización intelectual y femenina. Precisamente el propio Otto le pidió a Sylvia en repetidas ocasiones que le permitiera retratarla. Para el artista, esta periodista y poeta que frecuentaba el Romanisches Café de Berlín, lugar de encuentro de intelectuales y artistas, condensaba la más pura esencia de su época. No fue una mala elección para inspirar el inicio del filme, ambientado igualmente al inicio de la década siguiente.