Tras un primer encuentro con el arte en África, donde pasó toda su infancia, Onemizer terminó por familiarizarse con esta disciplina en su regreso a Francia mientras deambulaba por las calles de París y admiraba su arte callejero. Fascinado por los graffitis que cubrían los muros de las carreteras, se acostumbró a transitar terrenos abandonados, estaciones de ferrocarril y almacenes en desuso donde pintaba oculto de la vista pública.

Su enfoque artístico consiste en incorporar la esencia del street art a nuestra vida cotidiana. Su sueño es llevar las calles a los hogares, para que todos los mensajes, dibujos y graffitis, que para él han sido su mayor fuente de aprendizaje, ya no sean percibidos como indeseables y ahora puedan considerarse una forma de arte en toda regla, digna de ser expuesta en ferias y galerías. Para ello el artista encuentra su inspiración allá donde va: obras de arte icónicas y elementos de nuestros imaginario comú, sin olvidar lo que experimentó cuando era niño.