A Carlos Barão lo que interesa esencialmente en el acto de pintar, es crear las condiciones para acceder a una fuerte sensación de descubrimiento y fascinación. Como un niño que ve y aprende algo por primera vez, como un astronauta que visita un nuevo planeta, la pintura puede ser terreno fértil para el descubrimiento del mundo y de nosotros mismos. Promover la sorpresa a través del azar, despistar, desconcertar a la racionalidad de todos los días y dar una oportunidad al Ser para que sea reconocible, tanto por quien crea la obra como por el observador que la disfruta. En la búsqueda de la compresión, interpretamos constantemente el mundo para intentar verle sentido. Establecemos relaciones entre personas, objetos, ideas, afectos y, en esta búsqueda incesante del parentesco de las cosas, nos evadimos frecuentemente por una extraña y atrayente sensación de familiaridad. Estas son las primicias que defiende Carlos Barão en sus conceptualizaciones estéticas.