ICONOS DEL ARTE URBANO, CAPÍTULO I
10 may. 2018
exposiciones
Dentro de la exposición “Iconos del Arte Urbano”, nos acercamos a la obra (y la personalidad) de Blek le Rat, The London Police, Shepard Fairey y Mark Jenkins. El papel reivindicativo del arte urbano se apoya en numerosos referentes de nuestra sociedad para construir un mensaje de impacto. En la elaboración del relato, los artistas recurren a distintas técnicas y estéticas, y en el caso de estos cuatro artistas, sus obras suelen recurrir a un concepto único, que reinterpretan y utilizan para alimentar su discurso.
BLEK LE RAT
Blek le Rat es uno de los primeros artistas que han hecho del arte urbano lo que es hoy. Su salto a las calles se produjo tras haber pasado por la escuela de Bellas Artes y la de Arquitectura, en París. A pesar de su formación academicista, su espíritu revolucionario lo impulsó a hacer de la ciudad su gran lienzo particular, antes de dar el salto a la acción internacional. Sus primeras obras estaban realizadas directamente sobre los muros de la capital francesa, lo que le valió una condena por atentado contra la propiedad. A partir de ese momento, comenzó a trabajar una nueva técnica, el stencil, con tal éxito que el arte callejero de finales del s. XX no podría entenderse sin esta figura. Sus obras encoladas, en vez de pintadas sobre las paredes, eran el vehículo idóneo para su discurso artístico, en donde el mensaje de denuncia política era una constante.
La iconografía política y social caracteriza el imaginario del artista francés Xavier Prou. Ratas y soldados son las imágenes emblemáticas asociadas a su obra. La rata, animal que llevó La Peste a la Edad Media simboliza la libertad, y Blek le Rat empezó a representarlas para anunciar al observador que el grafiti se extendería en todo el mundo, igual que la Peste en el medievo. Los personajes del padre del stencil buscan conmover, remover conciencias, la reacción frente al arte, la provocación.
SHEPARD FAIREY
Shepard Fairey es uno de los artistas más representativos de la escena underground americana, aunque él prefiere autodenominarse como populista y provocador. El estilo artístico de Farey es único, y es inevitable relacionar sus obras tanto por su estética como por su temática con los carteles propagandísticos usados durante la Rusia soviética. El mensaje activista y revolucionario de sus obras, en las que defiende el progreso y la justicia en la sociedad, junto a su singular iconografía, han convertido su obra en un canal de comunicación de enorme repercusión social a través de sus impresiones, pegatinas, murales y carteles.
La creación del conocido cartel con la imagen del ex luchador norteamericano “André el gigante” junto a la palabra “OBEY” (obedece), fue el paso definitivo para que el artista estadounidense diese el salto a la fama. La música, la crítica social y política, la cultura popular y las problemáticas medioambientales son los temas más recurrentes en su trayectoria artística. Sus influencias estéticas y conceptuales son múltiples; desde Andy Warhol y Keith Haring, al arte callejero, imágenes propias de la sociedad americana, carteles del rock psicodélico de los años 60 o iconos musicales como Bob Marley o Sex Pistols. Algunas de estas temáticas pueden verse en obras como “Vote” o “Earth Crisis”.
THE LONDON POLICE
La obra del colectivo británico The London Police, formado actualmente por el dúo de artistas Chaz Barrisson y Bob Gibson, dos de sus miembros fundadores, es fácilmente reconocible por sus genuinos iconos “LADS” (chavales), personajes con cabezas redondas, cuerpos simples y expresiones felices. Los comienzos del colectivo urbano parten de su traslado de Londres a Ámsterdam en 1998, cuando fueron llamados para modernizar las calles decadentes de la entonces conocida como la capital mundial de las drogas.
TLP ha invadido los espacios urbanos de numerosas ciudades con murales en los que combinan elementos circulares y lineales en blanco y negro, característicos “muchachos” e ilustraciones arquitectónicas. Las obras de The London Police han pasado de los muros callejeros a las paredes de galerías de más de 35 países de todo el mundo, ejemplo de ello son sus dibujos en tinta indeleble sobre lienzo como “Keith Egg Peterson rides again” o “Samurai Magic”.
MARK JENKINS
Si bien el arte urbano se identifica fácilmente con la obra mural, el grafiti y la pintura, más difícil es especializarse en escultura dentro de esta disciplina. Esta es, sin embargo, la línea de trabajo principal de Mark Jenkins, un artista instalativo que se atreve con el espacio urbano y que suele aprovechar los elementos de la ciudad para crear un discurso crítico coherente y ocurrente. Nacido en Virginia, sus primeros trabajos comenzaron en Río de Janeiro, donde empezó a experimentar con materiales plásticos y con cinta adhesiva para crear figuras huecas que interactuaban con el entorno. En 2005 regresó a Washington para iniciar un proyecto colaborativo con la artista Sandra Fernández: “Storker project”. Con esta propuesta, el dúo Jenkins y Fernández invadieron las calles de numerosas ciudades de pequeñas figuras de bebés elaboradas en plástico transparente con las que creaban un diálogo activo con los elementos urbanos.
El trabajo posterior de este artista continuó evolucionando hasta incorporar nuevos materiales, fusionar técnicas, y experimentar con nuevas propuestas, arriesgando cada vez más con las dimensiones de las obras y el alcance de su impacto en la ciudad. Uno de los hitos que más ha marcado su carrera ha sido su colaboración con Greenpeace desde 2008. A partir de ese momento se aprecia un cambio de calado en el discurso narrativo de Jenkins. Sus proyectos se transforman en arte de denuncia, donde la concienciación sobre el medioambiente y el uso libre de las armas son temas recurrentes en su trabajo. Así sucede en “The Dugout Blue”o “Boys 2 men”, piezas en las que el artista cuestiona la doble moralidad de la sociedad occidental sobre quién está autorizado a usar armas y quién no, o cómo el anonimato permite transgredir las reglas amparándose en el miedo y el desconocimiento. Sus figuras encapuchadas ahondan en el icono del terrorista anónimo, tan de actualidad en nuestros días, al tiempo que plantea la paradoja de armar a sus personajes con pistolas de agua. Una crítica ácida a la conducta colectiva de reacción xenófoba, desconfianza y auge de los movimientos ultraderechistas que están ganando terreno en pleno S. XXI.