CONVERSACIONES CON MARISOL SALANOVA. PROGRAMA DE ENTREVISTAS. ART MADRID’25
Lil Blanc (Madrid, 1993) empezó experimentando con texturas, evolucionó hacia los degradados y la investigación del paso de un color a otro. Así llegó a una abstracción con la que expresa sentimientos intensos. Comenzó su trayectoria fijándose en los acabados en alto brillo pero el formato de sus cuadros cada vez adquiere más peso y se convierten, cada uno de ellos, en una pieza escultórica prácticamente.
Las gradaciones suaves de color en sus lienzos recuerdan a cielos al atardecer, y su intención de capturar ese momento efímero surge de su propia experiencia al contemplar un atardecer de verano. La obra no solo se contempla, sino que se experimenta, invitando a una reflexión sobre el tiempo, la fugacidad y el espacio. Muy perfeccionista, piensa que menos es más, legado de su carrera como arquitecta. Sin artificios es una artista que logra contar una historia que no es evidente a primera vista pero que le otorga capas y capas de significado a cada pieza.
¿Qué rol juega la experimentación en tu proceso creativo?
La experimentación para mí es algo innato y natural. El hecho de estar en constante producción hace que estés generando movimiento y flujo de ideas. Comencé con un tipo de obra más orgánica, cuyo protagonista eran las texturas, para ir dando paso a un degradado y con él el alto brillo. Y todo ello tiene su correspondiente búsqueda de perfeccionar la técnica. Ninguna obra es igual a la anterior, de hecho, siempre hay una búsqueda constante por hacer algo nuevo y diferente.
¿Cuáles son tus referentes?
Encuentro una ventaja en haber hecho Arquitectura y no Bellas Artes, precisamente porque mis referentes son muy distintos a los del artista universitario, y ello por supuesto afecta a mi manera de crear. El "menos es más" de Mies van der Rohe, el color del Serpentine Pavilion de SelgasCano, el grupo Archigram y sus creaciones tan marcianas, son referentes que siempre me han gustado mucho y, por tanto, me han acompañado. Luego, por otro lado, las redes sociales me acercan mucho a artistas actuales. Por ejemplo, admiro la obra de Nick Thomm y sus piezas XXL en alto brillo, los degradados que hace “onekean_” o C. J. Hendry y el dominio del lápiz de color.
¿Cuál es el diálogo interno más recurrente en tu dinámica creativa?
Para empezar, apenas escucho música mientras trabajo. Trabajo en silencio porque me permite pensar. El diálogo más frecuente tiene que ver con la propia obra que estoy creando. Pienso de qué manera voy a contar lo que estoy pintando, cuál es el puente con palabras para acercar al espectador. Pienso también en posibles preguntas y elaboro las respuestas. De hecho, me invento diálogos que hablan de la pieza. Y bueno, eso también influye en el proceso, porque si creo que puede haber algo contradictorio a lo que quiero contar, lo cambio en la propia obra.
¿Cómo te gustaría que valoren tu obra?
Por un lado, a nivel artístico, me gustaría que las obras hagan felices a las personas, que calienten las estancias, que llenen un espacio de color, que se note su ausencia si no están; que el brillo refleje lo que ocurre en una habitación y los gradientes con la luz natural transmitan armonía y equilibrio. Y luego, por otro lado, el empeño es buscar la máxima calidad, la perfección. Trabajo desde el primer al último paso, cuidando el proceso de creación de la obra al milímetro. Soy muy perfeccionista y mi deber es conseguir que el espectador, simplemente contemplando la obra, sea capaz de percibir esto y la pieza hable por sí sola.
¿Qué dificultades técnicas tiene tu trabajo ahora mismo?
La segunda parte del proceso es la que tiene mayores dificultades. Al final, el acabado en alto brillo para que quede perfecto conlleva mucha minuciosidad, cuidar todos los detalles de la cadena del proceso, respetar los tiempos, y pasa de ser un trabajo artístico al punto de convertirse en un trabajo químico. Por otro lado, el formato de pieza que yo manejo, que es de hasta tres metros, lo dificulta aún más. Pero aún así, al ver el resultado final, todo merece la pena.
Con la colaboración de