Art Madrid'25 – EL FENÓMENO DEL TIBURÓN Y EL BANCO DE PECES

Se habla muchas veces del mercado del arte como un sector separado de la realidad económica que se desarrollase de manera aislada del resto de áreas de negocio. Hay una parte de este planteamiento que es cierta: el arte no es un producto cualquiera porque, ya hablemos de antigüedades, ya de obras contemporáneas, todas ellas tienen unas características únicas, representan el espíritu de su creador, transmiten sensaciones al espectador, encierran emoción, pasión y una vocación crítica que no está presente en cualquier otro objeto cotidiano. Pero la otra parte de este enunciado no es correcta: el mercado del arte padece igualmente los avatares económicos que afectan al resto de esferas comerciales, quizás la diferencia radique en que, por la exclusividad de este sector, no resulta tan evidente para todos.

Visita a "Shark", obra de Damien Hirst, vía Skynews

Por tradición histórica y económica, a la que se suman otros factores como la menor restricción normativa o la celeridad de la burocracia, las principales plazas mundiales del mercado del arte se sitúan en Londres, Nueva York, París, Milán y Ginebra, y más recientemente, Hong Kong. La posición de España en el conjunto del sector no pasa de un escaso 1%, porcentaje que crece en un punto si nos ceñimos a Europa. A pesar de ello, no debemos subestimar la importancia del mercado nacional, que progresivamente fue incorporando más profesionales, absorbiendo a artistas, generando compradores y posicionando el arte contemporáneo español, con un crecimiento estimado del 42% entre 2009 y 2016. En esta evolución, algunos autores señalan que la nuestra es una democracia reciente, si la comparamos con otros países de nuestro entorno, y que antes de que se inaugurase el Museo Reina Sofía, no había ningún otro centro en el país dedicado al arte contemporáneo.

Pero justo cuando nos sentíamos en la cresta de la ola, a los pocos años de haber entrado en el nuevo milenio, estalla una profunda crisis económica que agita todos los cimientos del sistema. El arte y la cultura, por supuesto, son las primeras en sufrir los recortes. Se tambalea el castillo de la prosperidad, se cortan los flujos de capitales, adiós a la inversión, despedida lánguida al arte de compra institucional y a las colecciones de cajas y bancos. ¿Cómo se sobrepone a este embate un sector siempre resiliente?

Sin lugar a dudas, la crisis ha marcado un antes y un después en muchas áreas económicas. La paralización de las inversiones llevó a muchos negocios a reinventarse y resurgir de sus cenizas como el ave Fénix. Lo mismo puede decirse para el mercado del arte. Pero el resultado de este reajuste difiere bastante del esquema anterior, pues no solo hay que contar con una reducción de capitales, sino con la entrada en escena del mundo digital y un relevo generacional que ha supuesto un cambio en los hábitos de consumo y de la forma de acercarse al arte. Tras esos años de incertidumbre, un nuevo modelo aflora en el que la gente ya no visita las galerías, el arte se consulta por internet, los desplazamientos y recorridos se reservan para las grandes citas, concentradas en las ferias de arte, surgen nuevas propuestas satélite, con galerías virtuales, espacios minimalistas, venta online, y un repliegue de las propuestas.

"Tulipanes" de Jeff Koons

Lo paradójico de esta etapa iniciada en la segunda década de los 2000 es la distancia creada entre tipos de galerías. En un entorno digitalizado al máximo, los contornos entre los perfiles profesionales se difuminan. Ahora no es solo el galerista el que promociona al artista, sino el propio artista el que invierte esfuerzos por ganar presencia, lo que conduce a una debilitación de roles. Y en medio de este maremágnum de acontecimientos un fenómeno va ganando peso progresivamente: las grandes galerías, supervivientes airosas de la debacle, se expanden y crecen hasta asimilarse casi por completo a un museo. Desde esta posición triunfal, son las únicas que pueden hacer frente a los costes asociados al mantenimiento de grandes espacios, cubrir los gastos de producción de obra, participar en las ferias de mayor renombre y seguir abriendo sucursales en el extranjero. Con esta dinámica sucede que estas galerías tienen un irresistible poder de atracción sobre los artistas más prometedores, quizás descubiertos por una galería local ahora incapaz de garantizar la proyección a la que los creadores aspiran. Así, el mundo del arte pivota en un mar de sucesos, donde el gran tiburón blanco convive con diminutos peces, pero todos contribuyen a mantener el ecosistema.

Vemos, por tanto, que lo que sucede en el mercado del arte poco o nada dista de lo que acontece en otros sectores económicos. El influjo de la globalización y la tendencia irrefrenable a crear gigantes capaces de soportar los embistes futuros genera una red de pequeños negocios que sobreviven a la sombra de esos pocos elegidos. Esta circunstancia parece polarizar el sector en dos grandes planos: el de los artistas contemporáneos de precios astronómicos que han creado auténticas factorías del arte, producen a escala industrial y son representados por las galerías más célebres, y el de los artistas que son más conocidos a nivel local, pueden modestamente vivir de su obra y se reparten, cuando tienen presencia internacional, entre distintas galerías de pequeño tamaño. Y este patrón se replica en todas las áreas económicas. El tiburón y el banco de peces. Con esta ingenua metáfora retratamos una de las pautas más repetidas en nuestra sociedad capitalista y que se proyecta sobre toda la industria, hablemos de moda, coches o alimentación. Por eso la generación millenial ha comenzado a explorar modelos alternativos de galerías, con más atención en la calidad artística de los jóvenes talentos y menos peso en el espacio expositivo: galerías del siglo XXI que abren sus puertas al futuro.

 

RAÍCES AFUERA. CICLO DE PERFORMANCE X ART MADRID'25

Art Madrid celebra veinte años de arte contemporáneo del 5 al 9 de marzo de 2025 en la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles. Durante la Semana del Arte, se convierte en una plataforma expositiva para galerías y artistas nacionales e internacionales. En esta edición, con el propósito de ofrecer un espacio de enunciación para los artistas que trabajan en torno a las artes performativas, la feria presenta Raíces Afuera, un ciclo de performance que explora las nociones de pertenencia y la necesidad de arraigo en un mundo contemporáneo caracterizado por la fragmentación, el desplazamiento y la desconexión. Situado en el contexto de la feria como un espacio crítico y reflexivo, el proyecto desafía la relación del individuo con su entorno, su comunidad y su sentido de identidad.


PERFORMANCE: VOY RASPANDO LA HOJA Y LA VOZ. VALENTINA ALVARADO MATOS

7 de marzo | 19:00h. Galería de Cristal del Palacio de Cibeles.


Propiedades de una esfera paralela. Doble proyección 16mm. 2020. Valentina Alvarado Matos.


voy raspando la hoja y la voz es una pieza que fusiona imagen, texto y sonido para crear un recorrido sensorial y conceptual sobre la memoria del paisaje. En ella, la voz se convierte en un relato fragmentado, un hilo que teje recuerdos personales mientras reflexiona sobre cómo los paisajes se desplazan, se transforman y se reconfiguran a través del tiempo y del espacio. El viaje, lejos de ser lineal, se presenta como un paseo que transita entre lo tangible y lo simbólico, desdibujando los límites entre el lugar físico y el lenguaje que lo describe. La obra también se ocupa de cómo ciertos territorios son representados, descritos o distorsionados desde otros puntos de vista, cuestionando las narrativas dominantes. El lugar que se explora no solo es un territorio, jardín, parque o bosque, sino también una construcción lingüística, un espacio que se reimagina a través del lenguaje, invitando a reconsiderar las fronteras entre lo físico y lo simbólico, entre lo real y lo narrado.


Notas y apariciones. Libreta de apuntes . 2021/2024. Valentina Alvarado Matos.


SOBRE VALENTINA ALVARADO MATOS

Valentina Alvarado Matos (Maracaibo, Venezuela, 1986) es una artista que explora la imagen en movimiento con una mirada crítica hacia la diáspora, el paisaje y el gesto. Su obra ha sido exhibida en importantes espacios como Artium, LIAF Bienal, IFF Rotterdam, Punto de Vista, Ambulante, Loop, Cinemateca Madrid, entre otros. Ha sido residente en Hangar, La Escocesa, Cultura. Resident, LIFT Toronto y Matadero.

En 2024, presenta su trabajo en Barcelona con Carlos Vásquez Méndez en el otro aquí en La Capella y totalmente rostro en La Virreina Centro de la Imagen. Además de su práctica artística, ha impartido clases en instituciones como Massana, Eina, Universitat de Barcelona, La Universidad del Zulia, LAV, CC Albareda, EICTV en Cuba, entre otros. Sus films forman parte del catálogo de distribuidoras como Light Cone, XCèntric y Hamaca, y su obra ha sido incluida en el libro Remains–Tomorrow Themes in Contemporary Latin American Abstraction de Cecilia Fajardo-Hill.

La práctica artística de Valentina Alvarado Matos se centra en la materialidad y fragmentación de la imagen, empleando diversos medios con un énfasis en las cualidades táctiles de la película. Le interesa cómo los materiales dejan huellas del tiempo y la memoria. El cine y la cerámica, disciplinas en las que trabaja, requieren procesos manuales que implican tiempo y paciencia, como manipular bobinas, amasar arcilla o cortar y empalmar tiras de película. Estos métodos deliberados contrastan con la producción rápida, y tanto la artesanía como el cine se vinculan estrechamente con gestos y procesos táctiles en sus enfoques conceptuales y formales. El collage ocupa un lugar central en su obra, permitiéndole superponer fragmentos de imágenes y materiales para explorar y deconstruir significados simbólicos, especialmente en torno a la identidad diaspórica, el paisaje y la pertenencia. La superposición no solo es una técnica en su estudio, sino también un método narrativo que establece diálogos entre el paisaje y el cuerpo, lo personal y lo político, lo macro y lo micro.



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