Art Madrid'25 – COLECCIONAR PERFORMANCE: RETOS Y OPORTUNIDADES DEL S. XXI

El arte de acción como movimiento artístico independiente se sitúa en la década de los 60 del siglo pasado. En aquel momento, se produjo una eclosión de propuestas creativas en las que la entrada de los nuevos medios, la imagen en movimiento y las intervenciones en directo querían superar la barrera tradicional de un arte más estático y objetual anclado en el clasicismo. Las corrientes de principios de siglo centradas en la representación del movimiento y la tridimensionalidad, como el cubismo o el futurismo, no alcanzaban a lograr el impacto que la experiencia artística conseguía. Entre el video experimental, las instalaciones de artefactos sonoros, la integración de aparatos de televisión y radio en las obras y las incursiones personales de los autores, el panorama artístico del último tercio de siglo se plagó de acciones vivenciales donde lo esencial era participar del arte en vivo y empaparse de los mensajes que este tipo de discurso, directo y personal, puede conseguir.

Performance de Arturo Moya y Ruth Abellán en ArtMadrid'20

Con la evolución de este movimiento, surgen también las subespecialidades y la terminología específica para designarlas. Las performances y los happenings comienzan a distinguirse por razón de la participación abierta y espontánea del público, o por ser una representación guionizada y establecida por parte de los artistas. La participación de los espectadores puede estar prevista dentro de la performance, e incluso constituir la esencia misma de la acción; pero cuando esa intervención escapa al control del autor y se genera de manera autónoma en el público, tiene lugar un happening, un acontecimiento con un pulso interno propio e impredecible en respuesta a un detonante inicial, que es el planteamiento original del artista, ya transformado en otra cosa, en una nueva obra intervenida por estos actores y actrices espontáneos.

Performance de Eunice Artur en ArtMadrid'20

Los movimientos que crean nuevas realidades artística, que rompen los esquemas establecidos en la ya consolidada relación entre objeto e idea, plantean numerosos retos en diversas esferas, desde la exhibición a su adquisición. Una vez asentada la corriente, la performance entra en el panorama creativo en situación de igualdad con las disciplinas más tradicionales, sin embargo, sigue estando en desventaja para cuestiones relacionadas con su comercialización y explotación económica, algo que también repercute en la profesionalización del creador que opta por estas modalidades. Podemos preguntarnos ¿cómo se rentabiliza una performance, cómo se puede coleccionar?

Olga Diego en la performance "The bubble woman show". ArtMadrid'20

En una primera aproximación, es fácil pensar que una performance se asimila a una actuación o representación teatral, de modo que, cuando tiene lugar en un museo o un centro expositivo, se puede tratar como una contratación de servicios bajo el pago de un caché. Esta es la modalidad escogida en la mayoría de las ocasiones cuando la performance tiene lugar en el contexto de una exhibición o dentro de la programación de un centro, que quiere incorporar el arte de acción en su calendario.

Sucede también que muchos performers se decantan por registrar sus acciones para obtener un resultado tangible, lo cual supone un modo de transformación de la obra desde su concepción original para incorporarla a un soporte. De esta manera, las performances se convierten en piezas de videocreación, cuya distribución o comercialización se presenta más sencilla.

Performance de Marina Abramovic "La artista está presente". MoMA 2010

Pero el verdadero problema surge cuando se quiere coleccionar la performance en sí, como acción en vivo que sucede una sola vez, en un momento y lugar concretos, y que nunca se repite de forma idéntica. En este punto hay que tener en cuenta una distinción entre las performances protagonizadas por sus autores y las que cuentan con intérpretes. En este segundo caso, la autoría de la acción se identifica con el diseño, guión y puesta en escena de la propuesta, así como con la descripción de su ejecución, tiempos y pautas de realización, pudiendo entenderse que la elección de la persona que interviene no es determinante. En el primer caso, en cambio, cuando es el propio artista el que protagoniza sus performances, aunque haya un guión y una descripción pormenorizada del proyecto, puede concluirse que estamos ante un acto personalísimo, y que esa acción no será la misma de ser realizada por una persona distinta del creador. Un ejemplo claro de esto sería la intervención de Marina Abramovic en el marco de la exposición que el MoMA le dedicó en 2010 con el título “La artista está presente”. La naturaleza de esta acción exige que sea la propia Abramovic quien participe en ella, porque la esencia de la propuesta consiste en sentarse frente a ella y mirarla a los ojos. Aunque se trate de una actividad de descripción sencilla y fácil ejecución, estamos ante un acto personalísimo en donde el autor sería irremplazable.

A día de hoy, la mayoría de las performance que se coleccionan se plasman antes en vídeo, a modo de registro documental del acontecimiento, o se comercializa el guión, para que la acción fuese reproducible.

 

Aurelio San Pedro

CONVERSACIONES CON MARISOL SALANOVA. PROGRAMA DE ENTREVISTAS. ART MADRID’25

Aurelio San Pedro (Barcelona, 1983) dibuja con gran delicadeza, centrando su atención en escenarios naturales y decantándose por el blanco y negro. La memoria es muy importante en su proceso creativo, que se basa en el tratamiento del recuerdo como vía de expresión plástica. Su formación en ingeniería y topografía impregna parte de la búsqueda de imágenes que le inspiran para escoger los paisajes ideales, que genera a partir de lugares reales y también fabulados.

El proceso de cada una de sus piezas es lento, suponiendo un concienzudo ejercicio de introspección para el artista. El papel es casi un fetiche para él, teniendo tanta importancia las partes que decide intervenir como las que deja en blanco. Fluctúa entre abstracción y figuración sin dejar de mantener un estilo propio, identificable y de un profundo calado.


Return to Oneself. De la serie Books and Landscapes. 2024. Técnica mixta. 100 x 100 cm.


¿Qué rol juega la experimentación en tu proceso creativo?

En mi proceso creativo la experimentación juega un rol muy importante a nivel conceptual y estético. La obra avanza en paralelo y a medida que van sucediendo acontecimientos, se va definiendo lo que será la obra final. En cuanto a nivel de producción, sí que depende mucho de la serie en la que me encuentre trabajando en ese momento. Por ejemplo en la serie Books, que es una serie realizada con fragmentos de libros, la tridimensionalidad es fundamental. Mientras trabajaba en ella, me iba encontrando con lo que es la prueba y el error; el residuo, la simplificación y la agilización de los procesos.

En cuanto a los dibujos, la experimentación física es mucho menor. Pero también hay encuentros, búsqueda de herramientas, ensayo y cambios dentro del proceso de trabajo . Por ejemplo, en Landscapes uso un lápiz con tres extensores que hace unos cincuenta, sesenta centímetros. En las dos últimas series, Iceland y Nature, he tenido que aprender a desplazarme y a ubicarme en la naturaleza y además también he tenido que depurar bastante la técnica a nivel de dibujo.


Siempre se topaba con la misma piedra. Detalle. de la serie Books and Landscapes. 2024. Técnica mixta. 10 x 19 cm.


¿Cuáles son tus referentes?

No podría señalar referentes estéticos concretos, pero sí mencionar aquellos que han dejado una huella en mi trayectoria. En primer lugar, a mi padre, por su vínculo con el arte y la arquitectura. También Antoni Marqués, un reconocido artista catalán con quien tuve la fortuna de aprender durante un año en su estudio.

A nivel histórico, la obra de Magritte y Joseph Kosuth ha sido una gran influencia para mí. En cuanto a lo formal, encuentro cierta conexión con el arte povera y me identifico con el minimalismo.


Twenty Dark Episodes. 2024. de la serie Books and Landscapes. Mixed media. 100 x 100 cm.


¿Cómo aplicas el recuerdo, la memoria, a tus dibujos?

Gran parte de mi obra, si no toda, se basa en este recurso. Comencé con la serie Diane, una serie de dibujos a lápiz que reproducían fotografías antiguas de Diane Arbus. En ellos, eliminaba a los personajes principales y sólo conservaba los fondos. Estos dibujos se complementaban con dípticos donde se incluía la descripción del personaje ausente, el lugar donde se tomó la fotografía y el año en la que se realizó. De este modo, se generaba un diálogo entre presencia y ausencia, explorando la memoria y el recuerdo.

Más adelante trabajé en Landscapes, una serie mucho más etérea en la que, a través del recuerdo personal, buscaba representar una imagen idealizada e indefinida. Actualmente, desarrollo Nature e Iceland, proyectos que reflexionan sobre la memoria natural en relación con la propia forma del paisaje.

Me interesa plantear preguntas como: ¿Cómo ha llegado una piedra hasta allí? ¿Cómo se ha formado este río meandriforme? Un simple paisaje encierra innumerables huellas y procesos. Para mí, esa es la esencia de la memoria en mi trabajo.


ST.3. De la serie Iceland. 2024. Lápiz sobre papel. 120 x 100 cm.


¿Cuánto tiempo te lleva trabajar en tus obras?

El tiempo que dedico a cada obra depende principalmente de su complejidad y de las características específicas de la pieza. En general, suelo invertir entre dos y cuatro semanas en cada trabajo, con una media aproximada de tres semanas. Esto varía, ya que algunas obras requieren más tiempo de reflexión, ajustes o detalles, mientras que otras pueden surgir de manera más fluida. La variedad en el proceso creativo es lo que marca la diferencia, ya que cada pieza tiene sus propias exigencias y ritmos, lo que hace que cada experiencia de creación sea única.


Return to Oneself. De la serie Books and Landscapes. 2024. Técnica mixta. 100 x 100 cm.


¿Por qué eliges transmitir mediante el blanco y negro?

El blanco y negro me atrae profundamente por su atemporalidad. Este enfoque visual no solo evita distracciones, sino que también elimina ciertos detalles que podrían restar misterio a la obra, permitiendo que el espectador se enfoque en lo esencial. La ausencia de color y la luz difusa que utilizo en mis obras contribuyen a una sensación de distorsión y vaguedad, lo que, para mí, amplifica el carácter enigmático de la imagen.

Al omitir el volumen y el color, se crea una atmósfera que invita a la interpretación, dejando espacio para que el espectador proyecte su propia narrativa sobre lo que ve. Esta cualidad de incertidumbre y sugestión es lo que considero tan potente en el uso del blanco y negro.





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