DANIEL SCHWEITZER: LA GEOMETRÍA FRACTAL
17 feb. 2024
art madrid
ARTE & PALABRA. CONVERSACIONES CON CARLOS DEL AMOR
Si uno investiga sobre Daniel Schweitzer (Alemania, 1988) se dará de bruces con la geometría fractal, y quizá le entre el pánico que se siente ante lo desconocido, ese pánico que provoca adentrarse en un terreno en el que no nos movemos con comodidad. Pero pronto uno comprende que Daniel utiliza la geometría para ayudarnos a llenar el vacío. Emplea las repeticiones como aspiración para alcanzar un infinito inalcanzable.
Es capaz de hacer que ese término cobre sentido y activar nuestros mecanismos sensoriales. Provoca una interacción con el espectador que se olvida de fractales y se adentra en un mundo desconocido pero confortable, amigable. Y si algo es amigable nace la conversación y el diálogo, que es el fin último de una obra de arte, establecer puentes entre objeto y persona y que ambos se entiendan en un espacio que sería otro si la obra no estuviese. La obra transforma el espacio que será diferente dependiendo de cada uno. Es ahí, donde se alcanza el infinito de un fractal perfecto, en las infinitas percepciones o sensaciones que se pueden tener delante de una obra.
Si tuvieses que definir tu trabajo en una frase, ¿qué frase sería?
Creo que definir mi trabajo en una sola frase queda un tanto reduccionista. Creo que la belleza y la riqueza de la obra está en la complejidad del conjunto de elementos, en los matices. Por tanto, más allá de plantear una definición concreta, me parece mucho más interesante la conversación y la reflexión en torno a la obra. ¿Acaso no es esa la función del arte? Proponer preguntas, reflexiones y puntos de vista más que respuestas concretas.
Dicho esto, hay una serie de claves, conceptos, lenguajes y recursos que han ido vertebrando diferentes proyectos y que pueden aportar un marco para acercarnos a mi obra. Desde hace tiempo que trabajo con geometría a partir de diferentes aproximaciones como una forma de reflexionar sobre la construcción del espacio. A veces desde lo literal, otras de forma más simbólica o poética. A través de la obra me interesa construir experiencias e interacciones con el espectador que aprovechan las especificidades de los materiales y los lenguajes escultóricos.
Pero, si me veo forzado a dar una respuesta te diría que mi obra es un compendio de líneas, planos, pliegues, torsiones y movimientos que capturan el tiempo y el espacio.
Dame un consejo, cómo miro tu obra. ¿La miro parado? ¿me muevo?
Se puede mirar de muchas maneras, pero es cierto que si introduces movimiento a la hora de mirar la obra se convierte en algo mucho más interesante. Introduces tiempo y espacio, y de alguna manera, ese movimiento cambia la imagen, hace que deje de ser fija o bidimensional para ser algo mucho más cambiante, más rico. El movimiento te permite abordar las piezas de forma mucho más espacial. El movimiento implica también una posición activa del espectador.
Estos elementos son propios del lenguaje escultórico y me interesan especialmente, ya que trabajo con ellos de forma consciente. Me permiten abrir las piezas a un espacio que no es “de representación” si no que está más en el ámbito de la “literalidad”. Ese es el marco en el que me interesa trabajar, donde pasamos de imágenes hieráticas de “representación” (que funcionan hacia el interior) a un ámbito de relaciones espaciales y sensoriales, donde se explotan las especificidades del lenguaje escultórico. En esté ámbito el objeto no sólo funciona hacia el interior sino que funciona también hacia el exterior, en un espacio mucho más relacional. Este espacio permite generar interacción entre el objeto y el espectador. Aquí el movimiento permite una forma de contemplación más rica y completa que se abre a descubrir percepciones, reflexiones y puntos de vista que de lo contrario se perderían.
La idea de lo cambiante es algo que me parece que está muy presente en tus creaciones. Cada una de ellas encierra muchas a su vez, depende del punto de vista. ¿Tienes en mente los múltiples puntos de vista posibles al enfrentarte a un nuevo trabajo?
Normalmente, cuando me enfrento a un nuevo trabajo parto de una idea, a veces un boceto, que suele ser bastante abstracta. Me gusta tener un proceso creativo no coercitivo. Me gusta tener un proceso creativo atento. Estar abierto a que sucedan cosas. Para mi es importante partir de esta base ya que las ideas iniciales muchas veces no se corresponden con lo realizado o simplemente no funcionan. De alguna manera hay que generar una conversación fluida entre lo que tienes en la cabeza y lo que sale de las manos. Este proceso creativo tiene que ser algo activo, intenso, observador. Puede ser una batalla, una danza o un diálogo, para conseguir sacar ese objeto y efectivamente transformar ese trozo de chapa en algo que es arte. Es un proceso casi mágico, de alquimia. Además creo que es la parte de la producción que más disfruto, ya que es donde se gesta la propuesta. Digamos que es la parte más artística, la parte que no se puede delegar. El 90% restante es oficio puro y duro.
Entonces en ese proceso creativo se van definiendo los diferentes elementos que configuran la pieza. No sólo “el” o “los” puntos de vista, que es fundamental, sino un conjunto de elementos plásticos que tienen que ver con el propio lenguaje pero también con las especificidades del material, con la luz, con la composición, que de alguna manera condicionan el punto de vista. Pero en todo caso, más allá de pensar en el punto de vista, me gusta pensar en la relación con el espectador, es decir, la relación cuerpo-objeto. Aquí el planeamiento del punto de vista se abre a un campo de relaciones mucho más rico. Por ejemplo, no es lo mismo enfrentarse a una pieza de 2 m que a una de 50 cm. El punto de vista es diferente, pero lo es también toda la experiencia.
¿Y qué importancia tiene el vacío, se necesita el vacío para crear y para convivir con lo creado?
En la escultura contemporánea no podemos obviar la importancia del vacío. En el momento en el que la escultura se bajó de la peana se pasó a una relación totalmente diferente en la dicotomía entre el lleno y el vacío. Incluso me atrevería a decir que supone un cambio de paradigma. La relación espacio-objeto-sujeto pasó por un punto de inflexión sin retorno. Creo que es algo que hay que tener muy en cuenta a la hora de pensar en el vacío y sus implicaciones.
En mi caso, el vacío tiene el componente obvio de dar forma al volumen, que podríamos decir, es un planteamiento clásico. Pero a la vez el vacío me permite trabajar en un campo de relaciones. Esta parte me parece mucho más enriquecedora e interesante ya que el objeto deja de ser un ente autónomo para situarse en un campo de relaciones donde coexiste con el espectador y su entorno. Es también el ámbito donde me interesa trabajar. Es una lectura donde el espectador pasa a un primer plano. Donde la luz y el espacio cobran importancia. Donde podemos hablar de relaciones sensoriales, de construcción de espacio sensorial. Todo esto, sin el vacío es básicamente imposible.
¿Es la geometría algo amigable, que pueda provocar emociones, alentar a los sentidos?
Tradicionalmente podríamos afirmar que la geometría en el arte es entendida como algo frío, sobre todo si tomamos las referencias del arte Minimal de los 60. Pero hay muchos otros ejemplos que plantean lo contrario.Tenemos por ejemplo el caso de Gego, con una obra geométrica mucho más sensible. Es una geometría poética que está vinculada al dibujo. Otro ejemplo contemporáneo es la obra de Olafour Eliason donde afronta la geometría desde otro prisma: hay color, hay ambientes, hay luz, hay espacio. Son obras que directamente juegan con los sentidos. Para que la geometría sea amigable y genere emociones creo que hay que ponerla en relación y en contexto con otros elementos. En mi caso trato de interpelar al espectador para generar un acercamiento más emocional o desde los sentidos. En mis últimos proyectos estoy usando la luz y el movimiento como formas de interrelación.
El espacio es la palabra que más se repite cuando se habla de ti. El espacio y su problemática. ¿Cómo se convierte el espacio en objeto y a su vez en arte?
El espacio es un concepto obvio a la vez que terriblemente escurridizo. Es algo cotidiano que nos envuelve pero si tratamos de conceptualizarlo se queda un ámbito abstracto, casi metafísico. Es invisible y solo tomamos consciencia de él en cuanto lo acotamos físicamente o si nos afecta en lo corporal. En mi caso me interesa el espacio no como algo medible desde la “física” o como algo matemático, sino como un resultado directo del cuerpo. Como diría Donald Judd, “el espacio es algo que sucede”. Es decir, hablamos del espacio como experiencia. En ese sentido el cuerpo es el centro y el espacio se despliega como experiencia. Me gusta pensar en el espacio en estos términos ya que de esta manera, el punto de vista importa y nuestras acciones, también importan. De lo contrario seríamos una mera coordenada en un espacio infinito. Creo que es fundamental tomar consciencia de este hecho. Y, de alguna manera u otra, mi obra se acerca a esta reflexión, a veces de forma poética, a veces metafórica y otras de forma totalmente literal.
Un ejemplo muy claro son mis piezas recientes con pintura holográfica. Es una pintura que descompone la luz en el espectro visible haciendo que el color de la pieza se transforme directamente a partir del punto de vista y el movimiento del espectador. Son piezas donde, literalmente, el color se transforma dependiendo del punto de vista. Para mi es una forma de hacer partícipe al espectador y de invitarle a reflexionar sobre lo que implica esa construcción sensorial del espacio.
Fractal (geometría fractal) viene del latín fractus que significa algo así como quebrado… ¿Me dejas definir tu arte como arte quebradizo?
La palabra quebrado nos lleva a algo roto o débil. En mi caso me interesa mucho más pensar en lo fractal como una metodología de trabajo. Como un sistema constructivo que responde a su propia lógica. Me permite crear formas complejas desde elementos muy sencillos. Para ello muchas veces utilizo el simplex 2D (que es un triángulo) o el simplex 3D (un tetraedro), ya que responde muy bien a este planteamiento. El simplex es un elemento geométrico mínimo. Por ejemplo, el tetraedro es el elemento mínimo para construir un volumen, ya que si eliminamos cualquier punto perdemos la tridimensional. Lo mismo sucede con el triángulo, si eliminamos cualquier punto perdemos el plano. Se convierten entonces en elementos constructivos mínimos a partir de los cuales construir infinitas formas y volúmenes. Es como si fueran las letras de un alfabeto, que por sí solas carecen de valor, pero si se unen adecuadamente cobran sentido. Yo utilizo estos elementos mínimos para construir lenguajes plásticos. Esto me permite abarcar la complejidad desde elementos muy simples. Me permite que convivan lo simple y lo complejo a la vez.
Hay fractales ideales e infinitos que suelen ser los matemáticos pero también existen los finitos y naturales, que sé yo, las nubes, los árboles, una cordillera…¿De alguna forma todo artista es fractal, no?
Creo que la clave está en cómo entender y posicionarse en ese tema tan amplio. En mi caso, aunque pueda parecer contradictorio, nunca me ha interesado la parte matemática del concepto. Llegué a la idea de lo fractal buscando formas de trabajar con el espacio. Es decir, como un sistema constructivo o una metodología de trabajo. Me interesa lo fractal porque genera sistemas que se pueden repetir y expandir pero generando propuestas diferentes. En la naturaleza podemos encontrar buenos ejemplos. Una hoja, por ejemplo, tiene un sistema geométrico que se repite y se expande dentro de la lógica y la funcionalidad de la propia hoya. Es decir, cada hoja es única pero mantiene un mismo sistema que responde a su propia lógica.
Este es el pensamiento que trato de aplicar a mi obra. Independientemente de las medidas matemáticas, las piezas tienen que funcionar desde su propia lógica y desde su propio sistema. Ahora bien, creo que la geometría tiene que estar al servicio de los sentidos, de la experiencia corporal. Por eso no me interesan los números: son fríos, racionales y predecibles. El arte es impredecible. Por tanto, el reto es hacer que las piezas funcionen. Es decir, pasar de una chapa anodina a un objeto interesante capaz de interpelar al espectador.
¿Hacia dónde va tu arte? (¿Hacia el infinito?)
Es difícil saberlo. Salí de la carrera haciendo figuración y he terminado haciendo repeticiones geométricas. Aunque sean dos cosas que nada tienen que ver la una con la otra, existe un hilo conductor, un camino para pasar de la figuración a la geometría.
Este cambio tiene que ver con la progresiva incorporación de nuevos elementos de interés que me han llevado a trabajar el cuerpo desde la representación a interpelar el cuerpo del espectador con la geometría fractal.
Ahora bien, soy consciente del peligro que entraña trabajar con repeticiones fractales, o con la repetición de diferentes módulos geométricos, ya que, desde una posición teórica, se pueden expandir infinitamente. Pero, si introducimos al espectador en la ecuación, esta idea en seguida se ve truncada. Pecaré de redundante, pero el cuerpo (el espectador) no deja de ser la medida del mundo, al igual que lo es de mi obra ya que es lo único que le puede dar sentido a una propuesta. Cuando introducimos la dimensión del cuerpo automáticamente se generan unos límites “naturales” y “sensoriales” en la obra. Para mi es una referencia fundamental y constante para no perderme en un mar infinito de repeticiones fractales.