EL ARTE DEL TERROR
31 oct. 2018
actualidad
Halloween se ha puesto de moda en nuestros días, porque añade un poco de humor y misterio a una celebración tradicionalmente solemne y seria en la que cumplimos una cita de rigor con la muerte. A pesar de las costumbres importadas, el vaciado de calabazas y la famosa frase “truco o trato” (que jamás se dijo en nuestro país), lo cierto es que hay cierta homogeneidad en el hecho de que estas fechas suponen un encuentro con el mundo de ultratumba. De esta idea central, derivan las demás que juegan con el miedo a lo desconocido, el temor a la muerte, la conexión con el inframundo, etc., proponiendo un acercamiento más abierto y humorístico que nos haga más llevadero este día de todos los santos. Y nosotros, en nuestro halloween particular, hacemos recordatorio de algunas obras que tratan el miedo y el terror de una forma magistral.
Esta archiconocida pintura de Munch es la obra por excelencia del Expresionismo, una corriente artística que trataba de transmitir las sensaciones a través del color, sin que necesariamente guardase coherencia y verosimilitud. Este artista, conocido por su carácter atormentado y abatido, fue uno de los máximos representantes de este movimiento. La versión más famosa de esta obra está en Oslo, en la Galería Nacional de Noruega, de donde fue robada en varias ocasiones, la última en 2004, hasta que en 2006 pudo recuperarse la pieza.
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Una de las pinturas más atormentadas que se conocen es “Saturno devorando a su hijo”, de Goya. Esta obra se enmarca dentro de su conocida etapa de Pinturas negras, todas óleos al seco, pintadas sobre la pared, en que el artista aborda temas oscuros relacionados con la tragedia y la depresión. Este período coincide con una grave enfermedad del pintor, quien canalizó su disgusto y contrariedad a través de su obra. Saturno representa al titán Cronos, el dios del tiempo, que todo lo devora a su paso. Es una obra cruda y árida que no oculta su violencia, y que Goya tenía en su casa de la Quinta del Sordo.
“El rostro de la guerra” pintada por Dalí entre el final de la Guerra Civil y el principio de la II Guerra Mundial representa el horror ante la tragedia, las cuencas vacías, que encierran otros rostros multiplicados en una aproximación infinita, para manifestar la desolación y la impotencia. Se ha dicho también que otra motivación del autor para esta pintura fue la ejecución de Federico García Lorca, con quien Dalí tenía una profunda relación.
Y no podemos dejar de destacar el trabajo de Zdzislaw Beksinski. La vida de este artista polaco fue también testimonio de una gran tragedia vital. Él mismo fue hallado muerto de 17 puñaladas en su domicilio en 2005. Este autor multidisciplinar es considerado uno de los máximos representantes del surrealismo contemporáneo, y sus obras no dejan indiferente. La presencia de la muerte, las conexiones con el más allá, el horror de imágenes siniestras con seres devorados por entes apocalípticos son sus motivos más recurrentes. Beksinski decía que pintaba aquello que estaba en los sueños, pero era muy celoso de lo que comunicaba, pues llegó a destruir varias de sus obras porque decía que eran demasiado personales para que el mundo las conociera.